Después de que las uvas lleguen a la bodega y sean prensadas para obtener el mosto, el primer paso es la fermentación alcohólica. Durante este proceso las levaduras presentes en la uva y las añadidas, naturales o industriales, se “comen” el azúcar del mosto, convirtiéndolo en alcohol y dióxido de carbono.
Las levaduras mueren y se depositan junto con otros organismos en el fondo del depósito. Estos sedimentos son las lías.
Si se dejan en contacto con el vino un tiempo, las paredes de estas células se rompen y le aportan las distintas moléculas que contienen.
Este tipo de crianza se emplea tanto para vinos blancos como para tintos y puede realizarse tanto si se utilizan barricas de madera como depósitos de acero inoxidable.
En el primero de los casos, suele utilizarse una técnica llamada “bâtonnage” o bastoneo y que consiste en la introducción de un bastón en la barrica y efectuar removidos del vino para que todo él esté en contacto con estas células.
Cundo la crianza se efectúa en depósito, se utilizan los remontados para conseguir el mismo fin y que consisten en subir los sedimentos acumulados en la parte inferior del depósito a la superior.
La frecuencia de estos procesos y su duración, la determinan los enólogos y la bodega para conseguir el resultado deseado.
La crianza sobre lías aporta al vino una serie de características:
- Ayudan a protegerlo contra la oxidación ya que las células muertas consumen oxigeno.
- Le confieren intensidad y untuosidad, contribuyendo a redondearlos al disminuir su astringencia.
- Contribuyen con nuevos aromas e intensifican los propios de la uva empleada, aumentando su persistencia.
- Contribuyen también a la estabilidad y coloración.
Esperamos haberte contadfo de manera breve pero clara en qué consiste este tipo de crianza y que es tendencia en los últimos años.
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