Se trata de una clasificación sólo utilizada en el territorio español y que hace referencia al tiempo de envejecimiento o maduración que ha pasado el vino en la bodega. Por lo tanto, para vinos franceses, italianos o de otros países no podremos aplicar esta clasificación.
Tampoco todas las zonas vinícolas la utilizan, probablemente si decimos “Crianza” pensaremos automáticamente en vinos de La Rioja o de Ribera del Duero. Otras zonas como Galicia o Catalunya se centran más en el tipo de uva o en las características de la tierra de la que procede la uva.
Por ello fijarse únicamente en este criterio para escoger un vino puede ser un error, ya que la procedencia, añada, tipo de uva, bodega, son factores tanto o más importantes.
Antes que nada, debemos saber que tanto los vinos blancos como los rosados o tintos pueden ser vinos jóvenes o con crianza, aunque normalmente encontraremos más tintos con crianza que de los demás.
Veamos ahora las características de esta clasificación. En este artículo tomaremos como base la Ley 24/2003, de 10 de julio, de la Viña y del Vino, que establece los periodos mínimos de envejecimiento para cada clasificación. No obstante, las distintas Denominaciones de Origen pueden establecer criterios más restrictivos.
Vinos jóvenes:
Son aquellos que se embotellan y se comercializan después de la fermentación en los depósitos de acero, mientras que el resto pasan antes de embotellarse un tiempo en barricas, principalmente de roble francés o americano y luego siguen envejeciendo en botella antes de salir al mercado.
Normalmente se consumen durante el año de su cosecha y el siguiente, periodo en que conservarán todas sus características.
Vinos con semicrianza:
Esta clasificación no existe oficialmente, pero en DeLaVinya nos gusta hacerla para diferenciar a los vinos jóvenes que han pasado un tiempo en barrica, aunque sin llegar al mínimo para ser un crianza.
Este paso por barrica puede potenciar algunas de sus características y les aporta aromas y matices.
Crianza:
Los vinos tintos deben pasar un mínimo de 24 meses de envejecimiento, de los que como mínimo 6 deben ser en barrica y el resto pueden ser en botella.
Si el vino es blanco o rosado el tiempo mínimo pasa a ser de 18 meses y también con un mínimo de 6 en barrica.
Reserva:
Para los vinos tintos, el tiempo pasa a ser de 36 meses de maduración con un mínimo de 12 en barrica.
Si se trata de blancos o rosados, el tiempo de maduración es de 24 meses con un mínimo de 6 en barrica.
Gran Reserva:
En esta categoría los vinos tintos deben tener una maduración mínima de 60 meses, de los cuales como mínimo de 24 meses serán en barrica.
Si se trata de blancos y rosados deberán madurar durante un mínimo de 36 meses, con un mínimo de 6 meses en barrica.
Es frecuente pensar que cuanto más viejo sea el vino mejor será, pero eso no es necesariamente así, como hemos indicado al principio hay otras características que determinan la calidad de un vino.
El paso por barrica aporta al vino aromas procedentes de la madera que combinados con los del vino lo afinan y lo pulen, mientras que el envejecimiento en botella suaviza el efecto de la madera y le aporta complejidad.
Con estas pautas esperamos haber aclarado estos conceptos clasificatorios de los vinos. Recuerda mirar la etiqueta y contraetiqueta de la botella donde normalmente encontrarás la información de envejecimiento del vino.
Nuestra recomendación final es que explores nuestro catalogo y degustes distintitos vinos de distintas zonas y vayas descubriendo los que más te gustan para cada ocasión.
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